martes, 24 de julio de 2007

Papá, mamá o los conservadores al acecho

Papá, mamá o los conservadores al acecho

23 de juio, 2007

Se debate en la Asamblea Legislativa el Expediente N. 16258, Reforma al artículo 107 del Código de Familia, impedimento para que personas de la misma orientación sexual adopten menores de edad, presentado el 11 de julio del 2006 por el diputado Guyón Massey Mora. Quienes lo apoyan se fundamentan en la Constitución Política y el Código de Familia que establecen que el matrimonio es la base de la familia, la familia la de la sociedad y, conforme la resolución constitucional del 23 de mayo del 2006 , donde el matrimonio se concibe exclusivamente como unión heterosexual monogámica. Por otra parte, sostienen, tanto la Declaración Universal de los Derechos del Niño como la normativa legal interna, coinciden en privilegiar el “interés superior del niño en cuánto establece que al dictar leyes que atañen al niño se tomará exclusivamente el interés de éste como objetivo".

Con relación a la adopción de menores, señala el diputado Massey, es nuestra normativa interna "es claro que existe un vacío al no establecerse con claridad que los adoptantes no pueden ser personas con orientaciones sexuales diferentes a las aceptadas constitucional y legalmente para un matrimonio heterosexual". Por lo anterior, el proyecto "busca defender los derechos de las personas menores de edad y protegerlos de experimentar situaciones incómodas y traumáticas para su debido desarrollo como individuos, ya que los menores que fuesen adoptados por dos personas del mismo sexo, sufrirían confusiones y presiones derivadas de ello".

En consecuencia, el proyecto de ley propone una reforma al artículo 107 del Código de Familia que establece los impedimentos para adoptar, introduciendo un inciso e) que prohibiría: "aquellas adopciones, hechos a título individual o por una pareja, en las que uno o ambos adoptantes hayan manifestado una orientación sexual hacia personas del mismo género” El proyecto pasó a estudio e informe de la Comisión Permanente Especial de Juventud, Niñez y Adolescencia. Señalan, los defensores de la iniciativa, entre otras confusiones, presiones y problemas causados a los niños adoptados "por personas que hayan manifestado una orientación sexual hacia personas del mismo género" , las siguientes

  • se priva deliberadamente al niño del enriquecedor aporte de la diversidad femenino-masculino de la pareja heterosexual y la adjudicación de roles que de ella deriva.
  • crea inmediatos problemas de socialización respecto a los niños que mayoritariamente tienen padres y madres de distinto sexo, utilizando a los menores como campo de pruebas de un experimento hasta que la sociedad "acepte" el homosexualismo como principio.
  • Introduce prematuramente en el niño el interrogante respecto de sí, a pesar de su sexo, el destino le deparará unir su vida a un individuo del sexo opuesto y tener hijos biológicos o si por el contrario deberá amar a alguien del mismo sexo y no podrá tener hijos biológicos.
  • se producirán sentimientos de rechazo o compasión hacia sus "padres" y, eventualmente, heterosexualidad contenida en la adolescencia (falsa castidad) para no defraudar al padre homosexual adoptivo por la exteriorización de sus prácticas heterosexuales.
  • Al ser las parejas homosexuales menos estables y firmes que las heterosexuales también se le privará al niño del aparente amparo biparental que se pretende establecer.

Omito reproducir algunas de las expresiones o argumentos utilizados por algunos de los diputados miembros de la Comisión Legislativa porque los lugares comunes son idénticos a los mencionados, tan llenos de prejuicios homofóbicos, a estas alturas de la historia, tan increíblemente arcaicos, que sorprenden por su ingenuidad o mala fe. Tampoco tengo intención de referirme a los argumentos jurídicos, aunque debiera decir que, al menos, en esta situación, estaríamos al frente de un conflicto de principios constitucionales que deberían ser resueltos, como corresponde, a la Sala Constitucional, resultando extraño el virus actual donde todos han sido poseídos por la tentación de sentirse Magistrados Constitucionales, aunque sean hijos de vecinos, convertidos de un día para otro, en diputados o, en asesores de diputados.

Tampoco deseo referirme a la seudociencia que se esconde en eso de "se priva deliberadamente al niño del enriquecedor aporte de la diversidad femenino-masculino de la pareja heterosexual " o aquello de "crea inmediatos problemas de socialización" o "se producirán sentimientos de rechazo o compasión hacia sus "padres" o "falsa castidad" (psicoanálisis de manual), ni a la ignorancia o retroceso que se desprende de "adjudicación de roles" (¿teoría de género? ¿Sabrán de ella?), o lo ofensivo de aquello de "campo de pruebas de un experimento".

Lo que me sorprende es el abandono de algo más sencillo, el amor, por quienes defienden esta posición tan propia de otros tiempos y quienes, supuestamente, han hecho de él un estandarte de fe, reiterado una y otra vez, como sentencia para todos los tiempos. Los defensores del proyecto abanderan los derechos de los niños pero abandonan cualquier vestigio de amor, fraternidad, solidaridad o cualesquiera otros términos para designar la trascendental decisión de adoptar un menor ¿Ese es el cristianismo que quieren que todos acojamos?

En realidad, más allá de cualquier debate sobre fe, no encuentro diferencia alguna entre esta postura o cualquier dictadura que, en nombre de cualquier alto ideal, desea para nosotros el bien, claro, en los estrictos términos en que los permitan sus propios fundamentos, en este caso, una biblia y una constitución transformadas en panfleto de propaganda. Aman a los niños pero prefieren apegarse a sus propios dogmas impidiendo que una persona pueda adoptar, por amor, a un menor carente, oh sorpresa, de amor. Aman a los niños pero se aferran a sus prejuicios. De hecho, de aquí a justificar que solo podrían adoptar los que profesan un dogma específico, porque solo ellos podrían garantizar el equilibrio y no sé cuántas cosas más que debe tener un niño, hay, simplemente, un solo paso, todo sea por la supuesta superioridad de quienes lo profesan, dejando tras de sí una peligrosa estela de autoritarismo que, un poquito de conocimiento de historia basta, lo único que deja es odio y destrucción, tal como el fascismo o el estalinismo lo mostraron con terribles consecuencias para quienes los padecieron.

Lo único que necesita un niño que requiere ser adoptado es amor. Poco importa si los padres tienen sexo con personas de su mismo género o no tienen sexo o tienen solo consigo mismo. Poco importa si sus padres, heterosexuales, se acuestan con su vecino o vecina, su compañero o compañera de trabajo. Poco importa que declaren la supremacía de los bienes espirituales a pesar que los materiales siempre acechan por doquier. Tampoco les importa que sus padres sean un permanente conflicto entre el decir y el hacer, entre ética y moral, por ejemplo, declarándose en favor de la lucha contra la corrupción pero creando fundaciones, con nombres y apellidos, que reciben aportes derivados de negociaciones políticas.

De pasar este proyecto de ley, la hermosa experiencia que todos conocemos del "caso Mairena" sería imposible nuevamente. De hecho, este caso desmiente toda la argumentación pseuciencífica, prejuiciosa o de odio que expresan los defensores del proyecto de ley pero, sobre todo, desnuda la ceguera de quienes propugnan esta iniciativa de ley que, acosados por sus propios fantasmas, son incapaces de reconocer el amor en cualquier acto humano, a pesar que se embetunan los zapatos diariamente, con prolijas y altisonantes palabras, con su nombre. Demasiado desatino. Demasiados prejuicios. Demasidados dogmas. Demasiada hipocrecía. Demasiado totalitarismo.

viernes, 9 de marzo de 2007

La era de la computación: la filosofía de nuestro tiempo


3 de marzo, 1999


Ha sido frecuente, en mi experiencia como profesor de Filosofía , toparme con la respuesta “para nada” cuando lanzo la pregunta a los estudiantes: “y ustedes que piensan…¿para qué sirve la filosofía?”. En la mayoría de los casos, sin embargo, después de superado aquel inicial y afilado dardo de algunos de ellos, otros intentan respuestas aún más humillantes como aquellas cargadas de la rancia metafísica de: “explica el por qué de las cosas”.

Aterrado por tales respuestas (después de todo me invade cierto y horrible estupor por justificar el afán de mis propias preocupaciones intelectuales) me enfrenté al reto de generar dentro de los estudiantes, las inquietudes necesarias acerca del lugar que la filosofía ocupa en la sociedad contemporánea, no ya por producir el conocimiento científico –como ocurría en los antiquísimos Tiempos Antiguos-, sino para posibilitar la amplia perspectiva que requiere la inevitable especialización de nuestro tiempo, es decir, el tiempo de la tecnociencia.

Por ello, si la ciencia, tal como la definió Ander Egg, es “el conocimiento racional, cierto o probable, obtenido metódicamente, sistematizado y verificable”, entonces al menos una de las funciones de la filosofía contemporánea debiera ser la de mostrar la conexión entre la ciencia, la tecnología y el producto final, sea un automóvil, una plancha o una computadora, de las mismas que todos los días, página entera mediante, se anuncian en nuestros medios de comunicación.

Si se revisa el texto en cualquier campaña de publicidad escrita de compañías de distribución de software, como por ejemplo una reciente de Compac (relacionada con su modelo Deskpro EP con Procesador, Pentium II-350 Mhz), es normal encontrar párrafos, para algunos ininteligibles, como el siguiente: “Disco duro de 4-3 GB SMART II Ultra ATA 64 MB de RAM expansible a 384MB Caché 512 KB L-2”.

Es la cara conocida del lenguaje de la computación, el binario, que al igual que muchos otros forma parte del lenguaje matemático y que descansa bajo el principio de que todo juicio es o verdadero o falso; o 0 o 1. Es decir, el principio fundamental de una de las disciplinas contemporáneas de la filosofía: la lógica simbólica, que se funda, tal como lo describe Copy, en la necesidad de estudiar la validez e invalidez de cualquier argumento, más allá de los “problemas periféricos de vaguedad, ambigüedad, peculiaridades idiomáticas, metáforas y anfibología”, propios del lenguaje humano.

En ese sentido, RAM, caché, CPU, periféricos de entrada o de salida, incluyendo tecnología touch screen para evitar la acumulación de grasa en los nuevos modelos digitales de monitores, no son solo productos derivados de la investigación tecnológica sino también, y sobre todo, la del particular desarrollo de la lógica simbólica, que por aquello de las exactitudes, tal lo sintetizó Mario Bunge, es también un ejemplo de las llamadas “ciencias formales”, que con las fácticas, conforman el tradicional objeto de estudio de la Filosofía de la Ciencia.

Por otra parte, el lenguaje de computación requiere, para su debida comprensión por parte de los seres humanos, de un artefacto tecnológico que, entre otras funciones, tiene la tarea de convertir el lenguaje binario en caracteres. Se trata del llamado ASCII (American Standard Character Information Interchange), un traductor que hoy aparece como una de las mediaciones para verificar que la tradicional relación entre máquina y ser humano ha desaparecido por completo.

En la discusión acerca del impacto de la computación en la cadena evolutiva, algunos autores empiezan a sostener que ya se ha operado un nuevo salto cualitativo (para decirlo aún en el añejo lenguaje del mecanicismo), de tal forma que hoy ya se generan las condiciones para la simbiosis definitiva entre el ser humano y la máquina, donde la segunda y no la primera, terminará por imponer sus condiciones. Temas que, como se sabe, pueden abordarse desde los ámbitos de la Antropología Filosófica y la Etica, en el contexto de la Cibernética, es decir, de la ciencia que se ocupa, según la clásica definición de N. Wiener, de la dirección y comunicación en los organismos vivos y las máquinas, y cuyas referencias pueden llevarnos a la Teoría de la Información y la Teoría de la Comunicación.

En tercer término, el encuentro de las industrias de las telecomunicaciones y de la informática han producido un nuevo lenguaje: el HyperText MarkUP Language (el HTML), subproducto de un lenguaje más complejo: el SGML (Standard Generalized Mark Up Language). El hipertexto toma el lugar del lenguaje escrito y oral y afecta a la Lingüística y la Semiótica, abre una profunda griega en la Teoría del Conocimiento y debilita la tradicional síntesis del realismo de Karl Popper.

En cuarto lugar, ha sido avasallante la dinámica de investigación que se desarrolla desde el ya hoy mítico 15 de febrero de 1946, cuando fue presentado públicamente el primer ordenador electrónico (el ENIAC), al punto que en términos de mercado, seguramente la mayoría de consumidores compran nuevas aplicaciones o modelos de equipo, cuando ni siquiera han terminado de aprovechar al cien por ciento las posibilidades de su modelo anterior, contribuyendo a favorecer algunas posiciones éticas que tienden a cuestionar el valor de la tecnología para la creación de una sociedad más equilibrada.

Por otra parte, el fortalecimiento del sector de la informática y de la internet ha traído importantes modificaciones en la dinámica social, tal como lo ejemplifica, sin ir más lejors, la presencia en nuestro país de la compañía que controla el mercado mundial de los chips, Intel: modificación del perfil del profesional en computación, consecuencias en el mercado de trabajo e importantes consecuencias a los volúmenes de exportación, importación y empleo, entre otras muchas variables. Es decir, la ciencia como fenómeno social.

La transformación de un sistema educativo presencial a uno virtual (en el mismo contexto descrito por Nicholas Negroponte en su obra “Mundo Digital”); el desarrollo de nuevas relaciones comerciales mediante el fortalecimiento del Comercio Electrónico y el desarrollo del Teletrabajo, son otros tantos fenómenos relacionados que esperan que la filosofía de nuestro tiempo se ocupe de ellos.

¿Cómo explicar entonces que nuestros estudiantes no encuentren hoy un lugar para la reflexión filosófica? y más aún, ¿son esos los resultados de tantos años de impartir filosofía en la educación diversificada?.

sábado, 20 de agosto de 2005

Cuestiones de Dogma

16/5/2005


Parece que el nuevo Papa no es del agrado de todas y todos. Se lamentan, curiosamente, de su dogmatismo pero, aunque su significado se asocia a carencia de critica, dentro de la Neoescolástica, se da el nombre de dogmatismo a lo que algunos llaman teoría de las verdades fundamentales. Neoescolástica es la escuela en la que se inscribe, dentro de la racionalidad teológica, Benedicto XVI.

Escolástica se deriva etimológicamente de schola, scholasticus (escuela, maestro). Es filosofía, racionalidad que sirve a la teología, es decir, en última instancia, a la fe. Es tarea de Escuela: "respeto a la tradición, reserva ante las innovaciones precipitadas, crecimiento orgánico, conservación de un patrimonio común de contenido y método". Con relación a la novedad, lo único que ello implica es cautela. No rechazo. De hecho, su aporte más valioso a la humanidad es la creación de la Universidad, durante los siglos XII y XIII. Las Universidades de París y Padua, entre otras, se constituyeron en centros de aprendizaje, formación y desarrollo intelectual. Siempre caracterizan al método escolástico el planteamiento nítido de la cuestión, los conceptos claros, la argumentación lógica y la terminología sin ambigüedades. En lo personal, en ese sentido, podría ser considerado como escolástico aunque, como popperiano, no soy adicto a las discusiones de nombres.

Se considera, aproximadamente, en la historia de Occidente, que la Edad Media inicia en el siglo V o VI y que llega hasta el siglo XV. Desde el siglo VI hasta el siglo IX, mientras el cristianismo original se constituía como institución y adoptaba su naturaleza doctrinal inicial, católica, en toda esa época..., el saber...se conserva sin rigor intelectual, desordenadamente y sin distinción de disciplinas, menos aún en un cuerpo de doctrinas sistemático y congruente La Escolástica rompe con ello y se constituye en un verdadero esfuerzo racional, hito en la historia del pensamiento, impulsado, desde siempre, por la preocupación de la relación entre pensamiento racional-ciencia y fe. Su figura más representativa es Santo Tomás de Aquino.

La historia de la Escolástica se remonta al siglo IX. Desde entonces, podemos encontrar seis períodos. La preescolástica (siglo IX, Juan Escoto Eriúgena). La primitiva (siglos XI y XII, San Alsemo, Pedro Abelardo, San Alberto Magno) La clásica (siglo XIII, Santo Tomás de Aquino). La tardía (siglos XIV y XV). La moderna o neoescolástica (siglo XVIII, Encíclica Aeterni Patris de León XIII, 1879) y la contemporánea (siglo XX, Encíclica Fides et Radio, 1998).
Dado que la encíclica de 1998 posee la mano doctrinal del Cardenal Ratzinger, hoy Bededicto XVI, podríamos decir que estamos al frente de un Papa filósofo, cuyo hilo doctrinal conductor expresa "llevar a la humanidad hacia el amor de Cristo". Así que, lamentarse del dogmatismo del nuevo Papa es como hacerlo, en la ciencia, del método científico.

El día anterior a su nombramiento como Papa, el aún cardenal Joseph Ratzinger, decano del Colegio Cardenalicio durante veinte años, en la misa por la elección del romano pontífice, llamaba a la necesidad de conducir a los fieles hacia una fe adulta, debido a los múltiples peligros que, según él, es decir, la Iglesia Católica, hoy pululan en demasía: "La pequeña barca del pensamiento de muchos cristianos con frecuencia ha quedado agitada por las olas, zarandeada de un extremo al otro: del marxismo al liberalismo, hasta el libertinismo; del colectivismo al individualismo radical; del ateísmo a un vago misticismo religioso; del agnosticismo al sincretismo." Ya en la "Fides et Radio", 1998, se habían mencionado el nihilismo, el pragmatismo, el eclecticismo, el agnoticismo y el relativismo, cientifismo, historicismo, modernismo, postmodernismo, marxismo, fideísmo, positivismo y neopositivismo, así como el ontologismo

"Cada día nacen nuevas sectas", reconoció el 11 de abril de este año. "Tener una fe clara, según el Credo de la Iglesia, es etiquetado con frecuencia como fundamentalismo. Mientras que el relativismo, es decir, el dejarse llevar "zarandear por cualquier viento de doctrina", parece ser la única actitud que está de moda"."Se va constituyendo una dictadura del relativismo que no reconoce nada como definitivo y que sólo deja como última medida el propio yo y sus ganas". A inicios de 1999, originalmente publicado como artículo de opinión en el Semanario Universidad, ya me referí a la pretensión de la " Encíclica Fides et Radio" de aparecer como original cuando no era más que una actualización de la " Aeterni Patris" de 1879.

Cual condena eterna, desde 1998 quedé sentado en varios de los banquillos de acusados por los presuntos excesos señalados por la Autoridad Papal. Como si fuera una historia de nunca acabar, desde aquellos años, inicié mi acercamiento al movimiento transhumanista, al cual hoy adhiero por completo y que, por aquello de las consecuencias -del Vaticano y mías, terminó siendo también denunciado como una más de aquellas doctrinas Por supuesto que para nada me preocupa esa estela de condena papal que, en el fondo, en realidad, casi termina de enaltecer.

Lo bueno, sin embargo, es que el dogmatismo papal exigirá consecuencia a las y los católicos. Y eso me alegra. De esa forma, aunque no los comparta, sus principios serán lo primero y no la interpretación advenadiza que asume la vida con una franca distancia entre ética y moral. No sorprende que casi todos los indagados por actos de corrupción no dejen de señalar que dejan todo en "manos de dios", ni que burócratas de la fe hoy afronten procesos judiciales en su contra.

Si se trata de cuestión de principios, la elección del nuevo Papa es más que positiva. Su dogmatismo doctrinal exigirá que los fieles católicos cumplan con sus propios principios haciendo indeseable aquello de que una mano borra lo que escribe la otra. Ya empiezan algunas voces disonantes. Por ejemplo, Pablo Richards, heredero de la antigua teología de la liberación, ya habla de una iglesia que, desde el sur, rompa con el centralismo romano. Será interesante seguir la disputa.

Por lo pronto y por aquello de los posicionamientos estratégicos, el Papa en sus palabras de ayer, desde la ventana de su estudio, dejó claro el lazo indisoluble que existe, en la Iglesia, entre el Espíritu y la institución...La cátedra y el Espíritu son realidades íntimamente unidas, al igual que el carisma y el ministerio ordenado. Sin el Espíritu Santo, la Iglesia quedaría reducida a una organización meramente humana, bajo el peso de sus mismas estructuras. Asimismo, por su parte, el Espíritu, en los planes de Dios, se sirve habitualmente de las mediaciones humanas para actuar en la historia. Precisamente por este motivo Cristo, que constituyó su iglesia sobre el fundamento de los apóstoles unidos alrededor de Pedro, la enriqueció con el don de su Espíritu, para que a través de los siglos la consuele y la guíe hacia la verdad completa.

En lo personal, más allá de innecesarias disputas ontológicas y doctrinales, me contentaría con que todos los católicos se creyeran de verdad aquello del amor, lo de no matarás, no robarás, la paz, los derechos humanos y tantos otros valores positivos que les pueden ser asociados. Mientras eso no ocurra, seguiremos contemplando, con interés científico y verguenza ajena, esas paradojas que ofrece la vida: un país corrupto mayoritariamente de católicos y cristianos. A lo mejor, con Benedicto XVI, empiece a ser parte de la memoria aquello de Quevedo: "vuelve la cara al otro lado por dejar pasar la verdad".

domingo, 24 de abril de 2005

Fides et Radio

Publicado originalmente en El Semanario Universidad, San José. Edición del 10 al 16 de marzo, 1999.
El mes de octubre de 1998 nos dejó una nueva Encíclica Papal, la "Fides et Ratio". En una reseña periodística que se publicó en aquellos días, se señaló que dentro de las "corrientes filosóficas que critica el Papa, de 78 años, están el nihilismo, el pragmatismo, el eclecticismo, el agnoticismo y el relativismo, cientifismo, historicismo, modernismo, postmodernismo, marxismo, fideísmo, positivismo y neopositivismo, así como el ontológismo". Un listado, como se observa, algo extenso.
Me pareció, en aquel momento, que algún nihilista, agnóstico, modernista, postmodernista, marxista, positivista o cua¡quier otro de los mencionados en la encíclica, saldrían a denunciar lo que quería pasar por sintesis definitiva de la historia del pensamiento a finales del siglo XX, siendo no más que un mero refrito de polémicas que en su momento habían quedado debidamente saldadas en contra de los afanes papales de entonces. Si nuestra época es la del nihilismo o postmodernismo, de acuerdo a algunos de nuestros pensadoresy escritores nacionales, de esos que pasan comentándose entre sí en las páginas de nuestros diarios, resultaba obvio esperar violentas reacciones contra la "fides et Radio". Pero no. Pasaron los meses y un silencio sepulcral inundó los espacios de opinión de nuestro país.
Me parece entonces que hay que hacer algo al respecto. Yo, que para efectos de las prejuiciosas definiciones que facilitan que surjan los enemigos, me considero cercano a más de una de las escuelas mencionadas, he dedicido romper el silencio. A lo mejor de esa manera despertaremos algún debate, solo para recordar que cultura que no polemiza termina adoctrinada.
Dicen los entendidos en estas cuestiones, que "Fides et Ratio", es la principal encíclica en el siglo XX y única, que se ocupó de las relaciones entre fe y pensamiento racional ya que, después de la derrota definitiva que la razón religiosa que la razón religiosa se lleva en el siglo XIX, estuvo claro que cada quien debía ocuparse de lo suyo (según las historias correspondientes, la última encíclica que se ocupó de estos temas fue la del 4 de agosto de 1879, "Aetemi Patris", en un esfuerzo de León XIII por revitalizar el neoatomismo". Durante todo este siglo, fue muy evidente que el pensamiento racional debía seguir en la búsqueda de acceder a mayores grados de acercamiento a verdades provisionales sobre la naturaleza y la historia y, el Papa, por supuesto, debía dedicarse exclusivamente a las cuestiones de la fe, donde lo único que prima es la decisión y aceptación personal de crer y seguir a Dios, camino que, como sabemos, termina ignorando a la propia autoridad religiosa, por innecesaria, tal como todos los creyentes protestantes lo evidencian.
La "Fides et Radio" rompió con aquel acuerdo tácito y de ahí su importancia, no para el pensaminto contemporáneo al que no aporta nada, sino para el llamado interés filosófico, que descubre, sorprendiéndose, la pretensión papal de aventurarse nuevamente en las relaciones entre pensamiento racional y religioso, reivindicando el segundo por encima del primero. Es decir, y tal como me lo recordó recientemente un amigo español, pretendiendo ser infalible, cuando a lo sumo consigue ser inefable.
Por supuesto que una crítica contra dicha encíclica llamará la atención de quienes -algunos muy confortablemente a costa del presupuesto nacional- viven de las ventajas de su lugar en la jerarquía católica oficial, no porque implique un incremento en el número de ateos, sino solamente porque podría terminar argumentando los adeptos de las distintas iglesias o grupos protestantes. En todo caso, desde nuestra perspectiva, enjuiciar la falsa aspiración de la encíclica solo tiene como propósito el de recordar que mucha agua ya ha corrido debajo del puente para dejarnos sorprender con dulce candidez, con el silencio de nuestros intelectuales complacientes.
A inicios del tercer milenio, la Iglesia ha querido reiterar los viejos dogmas católicos, poniéndolos por encima del pensamiento racional. Demasiada pretensión ahora que sabemos, por fin, que la fe es una cuestión personal que poco o nada tiene que ver con falsos afanes intelectuales. Que la autoridad católica quiera presentarse con su autodecretada divinidad no es nuestra incumbencia, ya que cada quien se forja sus propias mentiras. Que haya quienes en el mundo intelectual aún se lo crean es lo que sorprende. Demasiado despropósito para un siglo venidero que se nos anuncia derrumbando demasiados mitos, para tener que a partir de nuevo de viejas y añejas discusiones. Pero además, es como si se olvidara que el origen de la palabra inquisición se encuentra en "inquisitio haereticas pravitatis", es decir, búsqueda de la perversidad herética y no veo porque, a estas alturas, tengamos que aceptar que por la vía supuestamente racional todos, o al menos los que son (somos) citados en la Encíclica, están (estemos) condenados a un supuesto infierno que en muchos casos no (nos) se merecen (merecemos).
En todo caso, sirva la aclaración, nuestro afán no está dirigido contra la fe vivencial de millones de personas, incluyendo, por ejemplo, a mis propios padres, que hicieron de su diálogo íntimo con Dios una permanente acción en favor de la vida y la esperanza. Y nosotros, que hacemos del respeto al derecho de cada quien de elegir, pensar, sentir y hacer, una de las máximas sagradas de nuestra visión de mundo, no podemos irrrespetar una decisión que no ha pasado por la racionalidad intelectual sino solamente por la propia decisión personal.
Nuestra molestia, si cabe el término, es contra la supuesta victoria intelectual que la jerarquía eclesiástica pretende evidenciar y por supuesto, también, con cierto olfato oportunismo que se refleja en el silencio desconcertante de mucho quienes son llamados los "intelectuales costarricenses", que escriben siempre críticamente pero que en el momento decisivo optan por una ausencia calculada. ¿Con tanto timorato tendremos que enfrentar el nuevo siglo?